lunes, 23 de abril de 2012

Colaboración. Cuentos, por May Montes.


23-4-12, CUENTOS por May Montes.

Érase una vez, una joven de 12 años, llamada Priscila, la cual es reconocida por su amplia admiración por el arte, pero no muy valorada -desgraciadamente-.Su papá -y mejor amigo-, se casó con una mujer terriblemente mala, marimandona y egoísta -llamada Katherine-. Pero tras un accidente ocurrido en su hogar, el papá falleció, la pequeña se tuvo que quedar con ella y sus dos hermanastras -Clotilde y Carolina-. Su madrastra la ''acoge'', eso sí, como su sirvienta. Pues día a día ha de estudiar y estar al servicio de ésta y sus hijas.
Pasa el tiempo y con 17 años tiene claro su sueño, que es ir a Universidad de Harvard y así estudiar la carrera de Artes Escénicas. Pero teme no ser admitida. Ya que, a pesar de tener buenas notas, el estar de sirvienta y trabajar en la tienda de comestibles, -que la madrastra heredó-, le quita mucho tiempo y apenas duerme por estudiar en la noche. Se ve enfrentada, cada día con ese tormento que tiene en esa casa y lo mucho que hecha en falta la presencia de su padre.
Priscila era la primera en levantarse en casa, tenía que atender sus obligaciones antes de acudir al instituto, Katherine siempre la llamaba una hora antes de finalizar sus clases para exigirle atender el negocio. Esto pasaba, cada día.
Una noche después de terminar las tareas, navegando por internet, en un chat, conoció a un chico -se hacía llamar Dolce (aunque su nombre real es Cristian)- y ella -Cherry-. Ambos iban al mismo instituto, pero aún no lo sabían. Pasadas unas semanas y largas charlas, llega la hora del baile de fin de curso de disfraces. Aún no se atrevieron a dar el paso de conocerse y él le dice de verse en el baile. Ella acepta la propuesta de conocerse. Él le dice que le espera en el centro de la pista de baile a las 23h.
Transcurren los días y llega el esperado rencuentro. Priscila habla con Katherine para pedirle la noche libre y ésta se la niega -sin darle explicación alguna cuando nunca le ha pedido nada-. Ella no sabe que hacer, y mientras sigue ordenes, se va a trabajar. Acercándose la hora sus compañeras de trabajo insisten en que debería ir. Ella no quiere desobedecer. Pero después de una larga charla, ella cede y va al baile. Le prestan un precioso vestido para lucir e impresionar a Dolce.
Una vez llegado allí, temblorosa y feliz, se dirige al centro de la pista, y -ahí, estaba él-. Se miran, él la coge de la mano, comienzan a bailar y mediante susurros se preguntan: - ¿eres Dolce? , ¿Eres Cherry? - ambos responden que sí. Pasan una grata velada, pero llega la hora en la que ella se tiene que ir. Ella se va a toda prisa, - y sin darse cuenta se le cae el pañuelo -, él lo ve y lo recoge. Llega a casa con suerte 5 minutos antes que Katherine y sus hermanastras.
Al día siguiente, al llegar al instituto, ella se encuentra con infinidad de anuncios en las paredes cuestionando ¿quién es la chica misteriosa que se fue corriendo del baile? Ella a su vez, sigue intrigada de quien será su príncipe azul. En mitad del pasillo de aulas de inglés, ambos se tropiezan, a él se le cae el pañuelo, ella lo reconoce, se quedan mirándose el uno al otro y dicen en voz alta ¡eres tú! Surge la magia del amor, se besan.
En ese instante, aparece su madrastra, recriminándola y ordenándola que vuelva a su puesto de trabajo - en una entonación que la deja humillada delante de su instituto -. Ella no aguanta más, y le deja las cosas muy claras. - Discuten -, Priscila ya no aguanta más el soportar la esclavitud que Katherine le hace vivir. Ella la echa forzadamente del instituto, cuando llega a casa, hace sus maletas, y se va con él.

Mientras ella hacía sus maletas, en un cajón encontró un testamento oculto que le había dejado su padre - en él refleja que ella es dueña de toda propiedad que tenía su padre -. Con esto, hace frente a Katherine recurriendo a un notario
para que le haga saber que a ésta todo lo que tiene no le pertenece. Una vez desheredadas Katherine, Clotilde y Carolina, ella se compadece y les da trabajo aunque realmente no se lo merezcan por lo mal trato que le han dado.
Unos meses más tarde, Priscila y Cristian, reciben la carta de que han sido admitidos en la Universidad de Harvard. Después de preparar sus maletas, cogen rumbo a Cambridge. Nuevas y más aventuras les esperan en Harvard.
FIN.

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